La cata de vino, una experiencia abierta a todo tipo de público….
Aunque, lo primero que deberíamos dejar claro es que, lo que solemos realizar por gusto o placer, suele ser una degustación y no una cata.
Me explico; el nombre de cata es muy bonito, suena bien, da prestigio y da la sensación de que estamos realizando algo para unos pocos privilegiados, o para personas cultas y con conocimientos en el mundo del vino.
Y si, cuando vamos a una bodega, museo, evento,… y nos dan a probar diferentes vinos, sí estamos realizando algo para unos pocos privilegiados, porque reconozcámoslo, beber un buen vino en buena compañía y en un entorno inmejorable, es de privilegiados.
Pero no, no estamos realizando una cata de vino, sino una degustación de vino. La cata es una acto en el que se detallan todas las característica del vino a nivel técnico y, vamos a ser francos, nosotros, para pasar un buen rato, no queremos que nos vengan con tantos tecnicismos, así que, valoramos más bien, unos pequeñas características, que sí nos permitirán sacer matices, aromas, y hasta alguna procedencia del vino.
Sin embargo, coloquialmente, lo seguiremos llamando cata, ya que es la forma en la que se suele comunicar, dejaremos estas puntualizaciones para nuestros alumnos de la Escuela Superior de Enoturismo…
Volviendo al tema de hoy, Obviamente, los sumilleres o profesionales, captarán matices y detalles que nos pueden pasar desapercibidos, pero como consumidores finales del producto, somos, nosotros, los más importantes para las bodegas.
Muchas veces esto intimida a la gente, que ve la cata como algo demasiado lejano. El hecho de que el vino tenga color “frambuesa eléctrico” o huela a “vainilla y canela”, no ayuda a muchos futuros compradores, que lo que de verdad quieren es disfrutar de un buen vino.
Y lo cierto es que hay que buscar una conjunción entre ese disfrute y las cosas que verdaderamente apreciamos, para catar un vino en toda su plenitud.
Para ello usaremos nuestros sentidos, como para casi todo en la vida.
OÍDO: Con el que escucharemos el descorchar y la caída del vino en la copa.
Parece poco, pero ya nos despierta el resto de sentidos e incluso nuestras emociones, ¿quién no siente alegría al oír descorchar una botella?. Es la antesala de lo que nos espera.
TACTO: Nos servirá para abrir la botella y sujetar la copa en todas las demás fases o momentos que vamos a experimentar.
VISTA: Veremos, en los tintos, tonos más azulados o violetas en vinos jóvenes, y tonos teja o caoba en vinos más añejos.
Algo parecido sucede en los blancos, podremos diferenciar tonos más cristalinos tirando a amarillo pálido o tonos más apagados como el ámbar o amarillo dorado.
OLFATO
Con la nariz en la Fase Olfativa ya sí que se aprecian matices muy claros del vino. Para ello lo suyo es utilizar una copa de vino adecuada y servir solo un poco. Además del efecto estético, es más sencillo agitar la copa si solo hay una pequeña cantidad, por otro lado, si la llenamos mucho puede que al tener el vino demasiado cerca de la nariz, solo apreciemos el alcohol.
Lo primero es oler sin agitar la copa para ver que nos sugiere. Después la movemos un poco y notaremos que se despliegan más aromas. No hace falta encontrar matices complicados como compota de maracuyá, pero si podemos encontrar determinadas frutas, flores o notas de madera si se trata de un vino con crianza. Intenta poco a poco ver a que te huele, cada persona tiene creado un recuerdo para los distintos olores.
GUSTO: La Fase Gustativa es la más importante y en la que catamos verdaderamente el vino. Es muy importante tenerlo a la temperatura adecuada y haberlo abierto con tiempo suficiente para que se oxigene adecuadamente (sobre todo con los vinos más añejos).
En las etiquetas de la botella suele venir la temperatura adecuada de consumo, pero basta con tener un poco de atención a la temperatura. Si es blanco, rosado o cava hay que meterlo en el frigorífico y después mantenerlo con una hielera o funda fría. Si es tinto y más si hace calor en casa, no podemos tenerlo a temperatura ambiente porque será demasiado caliente. Lo mejor si no tenemos vinoteca es meterlo en el frigo un rato antes para que se mantenga a la temperatura correcta.
Y ya solo queda dar un sorbito y ver que nos sugiere. Los hay que se notan más dulces y frutales, sobre todo si son jóvenes. Entonces iremos describiéndolo. Si nos sabe a mermelada de fresa perfecto, pero puede que nos sepa a chuches, a zumo de arándanos…igual que en el olfato cada uno tendremos un recuerdo creado de los matices, por lo que se trata de hacer un ejercicio de memoria y asociación. Si no apreciamos muchas cosas no pasa nada, podemos empezar diciendo si es muy ácido, o más bien dulce, si notamos tonos ahumados o de madera…y cada vez que lo intentemos este proceso será mucho más fácil.
Lo importante es no tenerle miedo a la cata, y con unos pasos básicos y si tenemos interés, ir empezando a cuidar un poco el trato de estas pequeñas joyas e introducirnos en este mundo con confianza.
Pero lo importante, realmente importante, es disfrutar.
¡A disfrutar brindando!